Hace ya un tiempo, la periodista Ana R. Cañil empezó a
seguirle la pista a una terrible historia: la de las prisioneras de la
posguerra cuyos hijos les fueron arrebatados por sus carceleros para
internarlos en seminarios y conventos o darlos en adopción. Un práctica
cruel que encontraba su ¿justificación? en teorías pseudocientíficas,
propias de los regímenes totalitarios y defendidas sin fisuras por
médicos, religiosos y legisladores de renombre de la época.Aquí había
materia para un magnífico ensayo. Pero la autora no pudo evitar un
acercamiento emocional, como el que ya emprendió en La mujer del
maquis,aunque, en este caso, con mucha más ambición narrativa. El
resultado de su esfuerzo es una novela imposible de soltar, no sólo por
el hecho terrible que denuncia, sino por la manera en que ese hecho se
encarna en dos antagonistas inolvidables: Jimena Bartolomé, la joven
esposa de un comunista, y María Topete, la directora de la cárcel de
mujeres de Ventas.
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NOTA: 9
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