«El arte del mando era tratar con la naturaleza humana, y él había
dedicado su vida a aprenderlo. Colgó la espada del arzón, palmeó el
cuello cálido del animal y echó un vistazo alrededor: sonidos metálicos,
resollar de monturas, conversaciones en voz baja. Aquellos hombres
olían a estiércol de caballo, cuero, aceite de armas, sudor y humo de
leña.
»Rudos en las formas, extraordinariamente complejos en instintos e
intuiciones, eran guerreros y nunca habían pretendido ser otra cosa.
Resignados ante el azar, fatalistas sobre la vida y la muerte, obedecían
de modo natural sin que la imaginación les jugara malas pasadas.
Rostros curtidos de viento, frío y sol, arrugas en torno a los ojos
incluso entre los más jóvenes, manos encallecidas de empuñar armas y
pelear. Jinetes que se persignaban antes de entrar en combate y vendían
su vida o muerte por ganarse el pan. Profesionales de la frontera,
sabían luchar con crueldad y morir con sencillez.
»No eran malos hombres, concluyó. Ni tampoco ajenos a la compasión. Sólo gente dura en un mundo duro.»
«En él se funden de un modo fascinante la aventura, la historia y la
leyenda. Hay muchos Cid en la tradición española, y éste es el mío.»
NOTA: Como creo que dice él en el prólogo " una idea muy personal del Cid". Y en efecto presenta un personaje distinto al que todos nos hemos imaginado alguna vez, por culpa tal vez de Charlton Heston Y con él nos lleva al entretenimiento. Sabemos que a Pérez Reverte lo de las batallas le chifla; y más le chifla todavía relatar los previso fijándose con todo detalle en cada una de las piezas de nombres inrecordables que componen el hábito del guerrero de turno antes de entrar en batalla. Pues aquí le da para eso y para más pues además de los cristianos, están los de la morería...Y el tío se explaya. Como es un buen contador, no se hace pesado en ningún momento el libro; quizá la batalla final podía tener menos detalle, pero es sólo una coma del comentario. Así que, aun estando cansadito del señor en general, reconozco que me hace pasar buenos ratos y le doy un ...8.
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