Con su inigualable toque de humor y melancolía, Berlin se hace eco de su vida, asombrosa y convulsa, para crear verdaderos milagros literarios con episodios del día a día. Las mujeres de sus relatos están desorientadas, pero al mismo tiempo son fuertes, inteligentes y, sobre todo extraordinariamente reales. Ríen, lloran, aman, beben: sobreviven.
Uno de los mejores libros del año según The New York Times, The Guardian, NPR y The Boston Globe. En la lista de los más vendidos en Estados Unidos desde su publicación.
NOTA: Voy a confesar dos cosas sobre mis lecturas: 1) NUNCA he podido leer poesía ( mis amigos de Lengua y poetas me ponían siempre por ello "orejas de burro" y 2) los relatos cortos, cuentos y demás escrituras de pequeño formato no han sido nunca mis preferidos. Dicho esto y adelantando que este libro encaja claramente en este segundo grupo, lo he pasado muy bien leyéndolo, porque es un libro "bravo" ( de valiente). Quizá su parte buena sea que aunque todos los relatos tienen un hilo en común, están situados en muy diferentes escenarios y hacen que no se hagan nada pero nada pesados. Con todo lo anterior a alguien le extrañará mi nota que va a ser...8,5.
Estimado blogger:
ResponderEliminarEl libro de Lucía Berlín me vino recomendado por la mejor vía posible, el boca a boca, lo que ya me predispuso de entrada para una lectura muy favorable. Sin embargo, he de reconocer que poco a poco el entusiasmo inicial se iba enfriando conforme aumentaban los temblores, espasmos y comportamientos más o menos irracionales (el dentista que se arranca toda la dentadura con la ayuda de su nieta y una botella de alcohol) de la pléyade de protagonistas que van desfilando por los relatos. No termino de entender la afición de la literatura norteamericana (desde C. Bukowski , T. Wolf y, más recientemente, J.R. Moehringer) a glosar el alcoholismo como forma de vida. Hace 40 años Bukowski me resultaba sorprendente por la crudeza de sus relatos y por sublimación de una forma de vida que podía ofrecer un cierto halo de romanticismo para los jóvenes de entonces. A día de hoy, sin embargo, ya no somos tan jóvenes y la fórmula de ‘sexo, drogas y rock and roll’ como impulso vital me pilla un poco más lejana después de haber visto el rastro amargo que ha dejado tras ella.
En segundo lugar, creo que todos los países tienen sus zonas profundas, lugares alejados de los grandes núcleos urbanos que se consideran guardianes de las esencias, normalmente las más rancias, de esos pueblos. Esta América profunda que refleja Lucía Berlín en sus relatos, y que no dudo que lo hace con maestría y trazos firmes, con unos personajes y situaciones muchas veces en el límite de la marginalidad (¿o se trata de una situación dentro de una cierta normalidad?) marcan una profunda distancia cultural que, con frecuencia, se me hace difícil de salvar.
Dicho lo anterior, he de reconocer que me gusta el pulso narrativo de Lucía Berlín, el afilado bisturí con el que va diseccionando una dramática realidad vivida en primera persona. Y, lo que resulta más difícil, que haya sobrevivido a ella con tanto coraje, suerte e inteligencia a partes iguales. Aún así hay algunos personajes y algunos relatos, normalmente cuando no están dominados por protagonistas que confunden la botella de agua con la de vodka o ginebra, que llegan a resultar entrañables. Particularmente me quedo con la primera visita a la escuela mexicana de submarinismo, un relato cargado de magia y buenas vibraciones que casi por si solo justifica el conjunto del libro.
Para terminar te diría que, sin responder a las expectativas que tenía antes de abrir el libro, me alegro de haber leído los relatos de una autora que, para mí, era desconocida dentro de la narrativa estadounidense, y reconozco que más allá de su estilo, directo y contundente, hay algunos relatos que me han calentado el corazón.