Ganadora del prestigioso premio Renaudot y elegida Libro del Año por los
libreros franceses y la revista Lire, esta novela posee una belleza
sombría y seductora que emana tanto del clima misterioso que envuelve la
historia como del profundo y descarnado retrato de los personajes que
la componen. Diciembre de 1917. En un pequeño pueblo del norte de Francia, el cuerpo
sin vida de una hermosa niña aparece flotando en el canal. La crónica de
los hechos, escrita veinte años después del suceso por el policía a
cargo de la investigación, invita al lector a descubrir una realidad
inesperada. En su implacable relato, donde la emoción aparece contenida
por el pudor del narrador, nadie es inocente, y los culpables, de una
forma u otra, son también víctimas. El gris es el tono dominante, pero
no el gris de la muerte, ni el del duro clima invernal, ni siquiera el
de la cobardía, sino el gris en que se desenvuelve la condición humana:
la ausencia de certezas absolutas, las sombras, los claroscuros, en
suma, el peso rotundo de la duda.
NOTA: ¡Que cierto es que para gustos están los colores! La recomendación de un buen amigo que, además, es un excelente crítico y periodista, me hizo ponerme con este libro que él me recomendó. Al terminar tienes la sensación de haber leido un libro amenillo, bien escrito e hilvanado, con sus buenas dosis de ese humor sencillo de calle que tanta gracia me hace hasta llegar a la risa franca, situado en el periodo de la Primera Gran Guerra y la que tiene un importante papel en el desarrollo de la acción, aunque sea en segundo plano, pero... no es un libro para llenar, al menos a mí, y mucho menos para se premiado como Libro del Año. Por eso empezaba esta reseña como lo hacía. Lo mejor, la descripcioón de unos personajes provincianos y caciques. Lo menos bueno, las tres situaciones que cuenta, demasiado entrelazadas a veces. Nota....7,5.
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